Venezuela

23 11 2008

Menú: De entrada unas arepas rellenas de queso.  De plato fuerte un pabellón criollo con carne machacada.  De postre un delicioso dulce de lechosa con un café bien cargado.

Los resultados de las elecciones regionales del domingo 23 de noviembre podrían redibujar el mapa político de Venezuela.  En estos comicios 8 mil 294 candidatos se disputarán un total de 603 cargos, entre los que destacan 22 gobernadores, 223 legisladores regionales, 328 alcaldes—incluido el Alcalde Mayor de Caracas (equivalente a una gobernación)—y 20 concejales.  La importancia de esta jornada radica en que durante la campaña electoral el Presidente Hugo Chávez convirtió estos comicios en un referendo sobre su liderazgo, lo que sugiere una nueva prueba de fuego para su proyecto socialista.

Hasta unos días antes de la elección, los analistas pronosticaban que el oficialismo retendría la mayoría de los 22 estados en disputa; sin embargo, la elección podría resultar sumamente reñida en un puñado de distritos con una alta carga simbólica.  Entre estos distritos sobresale la noroccidental región de Zulia, que desde el ascenso de Chávez a la presidencia no sólo se ha destacado como un bastión opositor de su gobierno, si no que desde hace más de 50 años alberga gran parte de la enorme producción petrolera del país.

Una victoria contundente de Chávez, ya sea asegurando Zulia o logrando que sus candidatos se impongan en otros estados en manos de la oposición, le daría la fuerza necesaria para volver a impulsar una reforma constitucional que le permita permanecer en el poder indefinidamente.  Además, una victoria ayudaría a Chávez a sobreponerse de su primera derrota en la urnas desde que ganara la presidencia en 1998, después de que el año pasado los venezolanos rechazaran sorpresivamente una serie de modificaciones a la carta magna que buscaban abrir la puerta a una dictadura electoral.

Para la oposición, que sufrió la inhabilitación de algunos de sus mejores candidatos, una victoria significaría recuperar algunos de los estados oficialistas que perdieron hace una década, como el industrial Carabobo o el populoso Miranda.  Desafortunadamente la hazaña se antoja sumamente complicada, ya que durante la campaña electoral Chávez recorrió frenéticamente el país para pedir el voto por sus candidatos, argumentando que el futuro de su revolución socialista está en riesgo y por lo tanto votar en su contra sería una traición a la patria.  Además, sin mayor preocupación por las consecuencias de sus declaraciones, Chávez amenazó con sacar los tanques a las calles” en caso de que alguno de sus candidatos perdiera en las elecciones y con encarcelar a todo rival que no acepte su derrota.

Independientemente del resultado final de la votación, que seguramente terminará favoreciendo al gobierno de Chávez, la jornada del domingo 23 de noviembre demuestra que las elecciones son un arma de dos filos.  Así como Chávez llegó a la presidencia en unas elecciones históricas en 1998, acabando con la hegemonía bipartidista que gobernó Venezuela por 40 años,  es ahora el mismo Chávez que se dispone a través de un proceso electoral a colocar el último clavo en el ataúd de la democracia venezolana.  ¿Será posible que la democracia contenga las semillas de su propia destrucción?

¡Buen Provecho!

la_sobremesa@hotmail.com


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